Pues sí señores, este es nuestro problema: la obesidad. Y esta palabra parece borrar de un plumazo cualquier duda asociada a problemas nutricionales en relación a la crisis que viven muchas de nuestras familias. Y a la cabeza de las, valga la redundancia, las cabezas pensantes se encuentran, como no, algunos de nuestros políticos como la ya ex-ministra, Ana Mato, que nos echaba una «maternal» regañina por seguir una dieta más bien desequilibrada y a lo que apostilla el presidente de la Comunidad de Madrid, que además estamos «obesos».

obesidad-efeSí señores, así es. Y no conseguimos quitarnos los kilos de más a pesar de que en nuestras casas ya no se comen dos platos si no uno solo y algo de postre (no siempre). Yo tengo mi propia hipótesis basada en mi propia experiencia, que seguramente no es generalizable pero puede aportar una luz más a esta controvertida discusión y es posible que ayude (iluso de mí) a alguno de estos lúcidos políticos a mirar hacia los que se encuentran al otro lado de sus cuidadas barrigas.

Le puedo asegurar que me conozco perfectamente la pirámide de alimentos (incluso alguna vez la he enseñado a mi alumnado) y además me aventuro a decir que la tengo siempre presente en la elaboración de nuestros menús. No obstante he de decir que mi alimentación es mucho menos variada que hace unos años y me lanzo sobre los productos en oferta o apunto de caducar como un león (he de confesar que alguna ancianita ha perdido su oportunidad frente a mi agilísimo y entrenadísimo brazo). Y en estas secciones los productos son muy, pero que muy, limitados: algún yogurt, hamburguesas, salchichas frescas, cous-cous…). He de confesar, avergonzado, que no hago bien los deberes: No compro pensando en nuestra dieta, compro pensando en nuestra economía. Sintiéndome culpable, intento adelgazar con los paseos que me obligo a dar para encontrar las ofertas de los distintos supermercados (me los conozco todos), pero no hay forma.  Y sí, alguna vez nos permitimos ir a algún restaurante, siempre el mismo: un wok o un buffet libre, siempre al mediodía, de manera que nos podemos saltar la cena con alegría.

Lo que sí se ha ampliado es mi imaginación a la hora de elaborar platos. No cabe duda. Como soy un buen ciudadano y hoy tengo mi cabreo controlado (mi familia nos ha regalado unas riquísimas aceitunas y membrillo de fabricación casera) voy a acabar pensando y diciendo como algunos de los gurús del pensamiento positivo que la crisis despierta nuestras capacidades dormidas… (sic).